En algunos países ya comienzan a darse casos de histeria colectiva en los que a unos les entra el aura mística (piden perdón por sus pecados y se hacen “buenitos”), mientras que otros saquean tiendas en búsqueda de comidas enlatadas y lámpara de emergencia.

En Rusia, país que ha manifestado varios casos de esta histeria del fin del mundo, las autoridades lo atribuyen a la ignorancia y muy bien puede esto ser la principal causa de que siquiera estemos pensando que el 21 de este mes se acaba todo.

Sin embargo ese tema de que el mundo “se acaba” es tan viejo como la propia humanidad.

Durante la antigüedad se dieron varios conatos de apocalipsis y el propio Jesucristo (según la Biblia) vaticinó que el final de los tiempos estaba muy cerca.

Y que fue la muy particular interpretación que cada loco u hombre santo le dio a estos párrafos los que acabó convenciendo a muchos de que el final estaba cerca.

Los primeros cristianos pensaban realmente que la Segunda Venida era cuestión de poco tiempo y, conforme pasó el tiempo, este se fue aplazando para salir a colación en fechas hito o situaciones trágicas: el año 1,000 fue uno de estos momentos, mientras que la gran pandemia de la Peste Negra que asoló a Europa en el siglo XIII fue tomada como el mismísimo fin de los tiempos.

Lo curioso de todo es que muchos de estos “profetas” del fin, sus seguidores les perdonan todo.

En particular los Testigos de Jehová han sido bastante tolerantes respecto a las pequeñas fallas de sus dirigentes a la hora de señalar la fecha del fin del mundo: la primera que pusieron fue en 1874 y luego de fallar la adelantaron para 1914, 1918, 1925, 1945 y 1975 (¿quieren que se enojen los Testigos de Jehová que tocan los sábados el timbre? Pregúntenles sobre este tema).

Lo curioso es que ponerle fecha al fin del mundo se ha transformado en uno de los requisitos de cada estrambótica secta que e genera estos días: los “iluminados mesías” no dudan en poner un día en que todo acabará y para el cual debemos estar preparadas (enviándole, de manera previa, todos nuestros ahorros).

Cuando alguien me pregunta sobre el supuesto fin del mundo en vez de dar explicaciones o razones de porqué NO va a pasar, mejor hago una relación de las fechas del fin del mundo a las que he sobrevivido:

El fin del milenio fue visto por cuanto orate se le ocurrió como el momento ideal para el apocalípsis; desde Nostradamus hasta una serie de loquitos y religiosos aseveraron que el 1999 era definitivamente el fin del mundo.

El año 2000 (sobre todo luego de que el año anterior no pasó nada) también fue puesto como la desastrosa fecha; esta vez todo el asunto estaba respaldado por el muy tecnológico “Error Y2K”, o error del año 2000 que haría que todas las computadoras se regresaran un siglo y colapsaran la economía y las comunicaciones mundiales.

Tan sólo un año después, el año que señalaba el principio del tercer milenio, también fue visto como el del fin; desde entonces cada poco llega algún loquito a colocar la duda sobre el futuro en los espíritus más sencillos. Recuerden al tal Harold Camping que predijo el fin del mundo para el 21 de mayo del año pasado y, cuando no llegó, lo reagendó para el 21 de octubre fallo que se transformó en su tercer strike ya que decidió que (por lo pronto) ya no iba a ponerle fecha al apocalipsis.

Si ustedes son de los que se asustan por estas cosas, la recomendación es que ni les hagan caso: el 21 de diciembre no va a pasar nada: ni se acaba el mundo, si nos “subimos a otro plano” ni nada.

Es tan sólo el final de un lapso de tiempo que inventaron los mayas y que su capacidad predictiva no les dio para vaticinar su propia decadencia; mucho menos para la de apubntar la de toda la humanidad.

Foto: Pensiero via photopin cc