El día del maestro implica varias cosas para los atribulados habitantes de una ciudad como la capital Mexicana.

Por una parte representa un respiro por la mañana, cuando los profesores descansan de sus alumnos (si ellos así lo hacen, ¿por qué el día de la madre no se quedan con los niños, digamos hasta las 9 de la noche y dejan descansar a las mamás?).

Sin embargo, por el otro, los maestros sindicalizados se avientan la puntada de marchar por las calles y hacer del tránsito un problema aún más grave de lo que es en días normales.

El día del maestro en México tiene una doble personalidad que raya en el surrealismo: por una parte nos acordamos de aquellos buenos profesores que tuvimos en la vida y en cierta manera hacemos una especie de evaluación particular: ¿Qué diría si me viera ahora? ¿he logrado lo que pretendía en esas épocas?

Algunos maestros permanecerán en nuestros recuerdos prácticamente por toda la vida y en muchos casos tenemos mucho que agradecerles.

Sin embargo, muy lejos de esa imagen de la maestra o maestro que nos supo guiar entra el lado oscuro, la parte horrible de esta realidad mexicana: la imagen del maestro rémora y sindicalizado que sale a marchar a las calles para evitar ser evaluado; que hace lo imposible para mantener su estado y evitar el mínimo esfuerzo para mejorar su desempeño (y de paso mejorar a sus estudiantes).

Y es que estamos expuestos a historias tan irreales como el hecho de que el sindicato de maestros, liderado por la maestra Elba Esther Gordillo lider vitalicia del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), se niegue, terminantemente, a que los maestros sean evaluados.

¿Un maestro que no quiere ser evaluado?

La pregunta aquí sería ¿quién, dentro de su ámbito profesional, no es evaluado? (no cuentan los diputados).

La mayoría de las personas que trabajan fuera de la burocracia (y del poder legislativo) estamos siendo evaluados de manera continua. Es lógico, en cualquier profesión se requiere de cierta calidad que continuamente se tiene que actualizar y que debe de ser permanentemente calificada.

Si los que preparan a las futuras generaciones (y las evalúan de forma constante para ver si son capaces de acceder a grados superiores) no son evaluados, lo que nos garantizan es un fracaso estrepitoso como el que ya se está viendo ¡tenemos uno de los sistemas educativos más rezagados de la tierra!

Y mientras la lideresa del sindicato se pasea por sus departamentos de Miami, los maestros tienen una preparación cada vez peor, ganan cada vez menos y los alumnos sufren las consecuencias cuando llegan a niveles superiores.

El problema es muy grave; el sindicato está “enquistado” en la política nacional y se da hasta el lujo de “comprar” partidos políticos y sufragar costosas candidaturas (¿se imaginan que ocurriría si ganaran?).

Desafortunadamente este tema, de la educación y del sindicato, es una papa caliente que le queda al próximo gobierno que tendrá que hacer algo al respecto o de plano dejar que al sistema educativo se lo lleve el tren.

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